Lolita

Ahora creo llegado el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden general. Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o tres veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica ( o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas. (...)

Entre esos límites temporales, ¿son nínfulas todas las niñas? No, desde luego. Tampoco es la belleza una piedra de toque; y la vulgaridad - o al menos lo que una comunidad determinada considera como tal- no daña forzosamente ciertas características misteriosas, la gracia letal, el evasivo, cambiante, anonadante, insidioso encanto mediante el cual la nínfula se distingue de esas contemporáneas suyas. (...)

Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño. Un pañuelo a motas anudado en torno al pecho ocultaba a mis viejos ojos de mono, pero no a la mirada del joven recuerdo, los senos juveniles. Y como si yo hubiera sido, en un cuento de hadas, la nodriza de una princesita, reconocí el pequeño lunar en su flanco. (...)

Si pedimos a un hombre normal que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girl scouts, no siempre señalará a la nínfula. Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo, para reconocer de inmediato, por signos inefables - el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas me prohíben enumerar- al pequeño demonio mortífero ignorante de su fantástico poder.(...)

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.

Así es como empieza el maravilloso libro de Vladimir Nabokov, Lolita. Buenos días como podéis haber deducido ya, hoy os voy a hablar de Lolita, seguramente todos sabréis quien es Lolita, pero seguro que tendréis una imagen errónea de ella, seguro que pensaréis que Lolita es como la han impuesto desde el cine y la publicidad, a tal punto que la propia RAE define como “1. f. Adolescente seductora y provocativa”, como un sinónimo más de nínfula, una muestra más de que el autor al publicar ya no es dueño de su creación, no hablamos de los derechos intelectuales sino del poder imaginativo que despierta en quien toma en sus manos su libro, de tal manera que hoy Lolita es una letra de una canción sugestiva de la Orquesta Mondragón, en donde se retrata a una adolescente que busca seducir a su profesor; o es una obra de la artista Mercedes Helnwein cuyos retratos de adolescentes recrean el imaginario general de Lolita; o es la portada de un libro que muestra a una niña con un bombón en la boca, como una sugerencia puramente erótica; o es el manga japonés llamado lolicon donde se representa eróticamente personajes femeninos de apariencia infantil y que decantó en el cosplay de las Goth Lolita; o son temas de vídeos y canciones de Lana del Rey y Katy Perry, quizá la mayoría de ellos guiados más por las imágenes del consumismo que del propio libro, como bien lo dijo Nabokov: “imaginada por idiotas que jamás leyeron el libro”. 

Y en esa frase Nabokov tiene la razón porque la cantidad de visiones erróneas que hay de Lolita son interminables, porque la gente prefiere ver una película donde se pone a Lolita como la mala en vez de leer el libro y ver que el verdadero monstruo es el profesor de 40 años considerado en aquella época como una persona vieja, y esta sometida a los deseos y caprichos de un hombre que como he dicho antes es considerado viejo. Por eso esta obra tiene que ser leída y vista también desde el romanticismo, ya que el protagonista siente nuevamente el despertar de un amor adolescente, por eso más allá de la mera obsesión puede aparecer la atracción hacia una mujer hermosa, con quien se busca viajar y conocer el mundo, más que huyendo, explorando nuevas experiencias con la posibilidad de que despierte en ella también el amor hacia Humbert. El romanticismo, analizado crudamente desde la novela de fines del XIX, no es sino la descripción del amor como una posesión, especialmente de la mujer, que generalmente se encuentra desvalida o sometida a un amor que se torna imposible, bien por el destino, como en María de Isaacs, o por las convenciones sociales, como en Lolita. El erotismo en la obra está siempre insinuado, desde el inicio como puede verse, pero no pasa el escritor de dejar a la imaginación del lector las escenas más candentes, por eso Lolita aparece en una inocencia insinuante, como quien sabe que no debe hacer algo pero termina haciéndolo, contrario a Humbert Humbert, un hombre considerado viejo, anclado en gustos decimonónicos y con apariencia seria, quien desde el inició ve en la protagonista a un objeto de sus deseos y y caprichos aflorados es un impulso sexual incontenible.

A pesar de que la película no muestre realmente el verdadero sentido de la novela, no significa que no podáis verla, al contrario, os recomiendo leer el libro y ver la película para que podáis ver la diferencia entre novela y película, asique voy a colocar el tráiler para que podáis decir si verla o no.




     

















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